Con la muerte de Franco, el proceso de democratización del régimen dictatorial fue forzado desde abajo por una multitud de luchas sociales. Una de estas movilizaciones la protagonizó la COPEL, un movimiento que quería poner fin al régimen penitenciario de la dictadura. Después de 40 años, un grupo de antiguos miembros de la COPEL (Coordinadora de presos en lucha) deciden romper el silencio para explicar la lucha que inició este colectivo de presos comunes -o sociales, como se autodenominan ellos- porque no fueron incluidos en la Amnistía de 1977. Un ejercicio de memoria histórica que pone contra las cuerdas la transición política española.
Al término del franquismo había más de 14.000 presos entre sociales y políticos. Tras la muerte de Franco y pese a la promulgación de tres amnistías y un indulto muy limitado, siguieron encarcelados más de 8.000 presos sociales. Muchos habían sido condenados por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, ley que penalizaba conductas que la dictadura consideraba antisociales, como el uso de drogas y la homosexualidad. Una ley destinada a condenar la pobreza y la exclusión social. Ante la omisión de la causa en las medidas de amnistía, los presos sociales se organizaron para reclamar la libertad y un cambio radical del sistema penitenciario. En agosto del 76 en la cárcel de Carabanchel se lanzan unas octavillas desde las galerías al patio, los presos las leen y se niegan a formar. La policía carga. Los internos rompen el techo de la 4a planta y salen a la azotea donde todo el mundo puede verlos. Es la primera vez en España en verse una reivindicación de presos sociales. En diciembre de ese año se creó la COPEL, con una estructura organizativa solidaria y horizontal. Reivindican unas condiciones dignas y creen que no existen presos comunes ni políticos, que todos los presos son consecuencia de una sociedad injusta. Los partidos políticos que han pactado la transición, más interesados en alcanzar cuotas de poder, que en los derechos de los presos comunes, se desmarcamos. Sólo les apoya el movimiento libertario, especialmente la CNT. Es una lucha enconada, que dura tres años hasta la disolución del movimiento en 1979, en cierta medida desactivado por las drogas duras que entran en las cárceles con la complicidad de los funcionarios. Los motines se suceden, aparte de éstos las únicas armas de que disponen los presos son la autolesión y las huelgas de hambre. La represión es feroz, cabe recordar que entonces más de un tercio de los funcionarios de prisiones eran militantes de Forza Nueva. Los integrantes de la COPEL son aislados y apaleados. Agustín Rueda, militante anarquista de los «Grupos Autónomos», que se declara miembro de la COPEL, fallecido a causa de una brutal paliza de los funcionarios.
Este documental, que no ha sido emitido por TV ni estrenado en el cine, ha sido realizado durante 12 años, con unos medios a veces precarios, por un grupo de ex integrantes de la COPEL. En la presentación y el coloquio posterior contaremos con tres de sus autores: el ex militante de la COPEL Daniel Pont, el exmiembro de los “Comités de apoyo a COPEL” Fernando Alcatraz y la realizadora Gemma Serrahima.

Ficha técnica

Título: COPEL: Una historia de rebeldía y dignidad
Guión y dirección: Ex Presos sociales COPEL
Asesoramiento y Coordinación: Fernando Alcatraz y Gemma Serrahima
Edición y Montaje: Pablo Gil con la colaboración de Bernat Granados
Postproducción: Metromuster
Diseño gráfico: Pau Fabregat
Idioma: Castellano
Año: 2017
Duración: 84’

Tráiler